Maite, hoy, me has dado una lección de vida. Me has enseñado la inmensidad de la luz en tu mirada, la ilusión por cada momento de vida, la sonrisa generosa de quien se agarra a los últimos trozos de lo que fue su vida, la inteligencia luchando contra todo.
Inteligencia, que me echaste a la cara, cuando dude de ella, porque tu dignidad, tu fortaleza, se niega a que nadie te quite tu alma de profesora.
La esclerosis se llevo tu cuerpo, pero no tu esencia. Pensaba al ir a verte, que vería “ira“ en tu mirada y sin embargo, solo tenías amor e ilusión por los minutos que yo te regalaba. Amor que se convertía en inmensidad cuando mirabas a tu padre, que con 80 años, reflejaba en su rostro, el amor incondicional y el dolor por haber tenido que ver como poco a poco desaparecía la niña de sus ojos.
Gracias profesora, por enseñarme, que mientras respire, tengo la obligación moral de aprovechar cada minuto de esta vida y de intentar ser Feliz, y que todo lo demás, es tontería.